Basada en el cómic “King of Killers“, creado por el guionista y director Kevin Grevioux, esta película ofrece una intensa acción repleta de violencia y enfrentamientos cuerpo a cuerpo que evocan la estética de un torneo estilo Mortal Kombat, con asesinos de distintas nacionalidades luchando a muerte en una despiadada arena. El filme presenta a un multimillonario competitivo, el autodenominado Rey de los Asesinos Drakos, interpretado por Frank Grillo, quien irradia una cautivadora arrogancia.
Drakos ha concebido un siniestro juego en el que asesinos a sueldo individuales, la mayoría de ellos caídos en desgracia debido a sus antiguas profesiones, se enfrentan en su propia zona de guerra personal. Esta zona está plagada de trampas explosivas y niveles mortales, donde ponen a prueba sus habilidades en un intento por obtener la ventaja y, finalmente, acabar con la vida de su oponente para conseguir una sustancial recompensa que les cambiará el destino.
El protagonista de esta historia es Marcus Garan, interpretado por Alain Moussi, un asesino a sueldo que busca vengar la muerte de su esposa y que también busca ganar el premio en metálico necesario para costear las costosas facturas médicas de su hija, quien padece una afección cardíaca. Sin embargo, el director Kevin Grevioux parece haber sobrevalorado considerablemente la profundidad y el tiempo necesarios para desarrollar esta conmovedora trama de fondo. Parece creer erróneamente que Alain Moussi es un sólido actor capaz de transmitir dramatismo y emoción, lo cual no es el caso. En pocas palabras, la actuación principal es rígida y tosca, y Grevioux invierte demasiado en el desarrollo de la historia en el primer acto, lo cual resulta inapropiado para una película en la que cada línea de diálogo pronunciada resulta forzada.
Incluso la ventana que se abre a la vida de Marcus resulta desconcertante, con escenas en las que luce incómodamente un bigote de apariencia barata mientras consigue clientes para su mentor, interpretado por Stephen Dorff. Nada de esto se compara con el misterio en torno a la muerte de su esposa, que permanece confuso hasta el desenlace de la película, y aún entonces, la explicación es poco convincente. La mayoría de los espectadores se sentirán perdidos a lo largo de toda la película, cuestionando por qué Marcus está investigando la muerte de su esposa en primer lugar. Esto revela una falta de habilidad en la narrativa que puede considerarse amateur.
Afortunadamente, una vez que Kevin Grevioux introduce el juego de asesinatos y presenta a los otros sicarios (incluso se coloca delante de la cámara para interpretar a uno de ellos), la película encuentra un ritmo más cómodo, saltando de una escena de lucha a otra. A pesar de la iluminación en ocasiones deficiente desde el punto de vista estético, los combates uno contra uno suelen cumplir en cuanto a brutalidad y coreografía, con algunas muertes particularmente impactantes. La experiencia se resiente cada vez que los personajes se involucran en diálogos, pero es justo decir que Grevioux demuestra ser un director de acción competente que logra crear secuencias que valen la pena si trabaja en colaboración con un guionista o codirector.
Como era de esperar, “King of Killers” da por sentado que los espectadores estarán ansiosos por una secuela. El problema radica en que la trama propuesta es mucho más genérica en comparación con la intrigante premisa de asesinos compitiendo por gloria y dinero. Aunque existen breves momentos de emoción sangrienta, estos quedan atrapados en una narrativa que, en muchas ocasiones, carece de coherencia. Esto debería ser un revés fatal para cualquier plan de secuela, pero la violencia que se presenta resulta ser una distracción ciertamente entretenida.
En resumen, si estás en búsqueda de emocionantes peleas y escenas cargadas de acción al más puro estilo de los años noventa, “King of Killers” ofrece impresionantes coreografías de combate y acción.