“Bad Boys: Ride or Die” se presenta como una continuación directa de “Bad Boys for Life” (2020), cumpliendo con las expectativas de una secuela de acción. La película refleja agresivamente elementos de su predecesora, desde los viajes en las calles por Miami hasta encuentros cercanos con la muerte de personajes queridos.
Sin embargo, en esta entrega, estos momentos carecen de la profundidad emocional que tuvieron anteriormente. El intento de asesinato de Mike Lowery (Will Smith) en la película anterior estableció una trama de amistad y segundas oportunidades, mientras que aquí, el ataque al corazón de Marcus Miles (Martin Lawrence) en la boda de Mike se utiliza de manera más superficial y cómica.
La trama se desarrolla de manera errática, presentando al villano del cártel, McGrath (Eric Dane), cuya falta de inspiración y definición como antagonista resulta decepcionante. La misión de limpiar el nombre del fallecido Capitán Howard (Joe Pantoliano) es una excusa débil para la acción, con la ayuda del encarcelado del hijo de Mike, Armando (Jacob Scipio).
El gran elenco incluye a personajes nuevos y recurrentes, pero muchos se sienten como añadidos innecesarios, algunos simplemente para replicar momentos de películas anteriores. La química entre Smith y Lawrence, que fue el alma de la saga, aquí no logra el mismo impacto. Los chistes pierden efectividad y el drama se siente superficial y repetitivo.
Los directores Adil El Arbi y Bilall Fallah logran algunas secuencias de acción notables gracias a su uso innovador de drones, que aporta dinamismo y estilo visual a la película. Sin embargo, estas escenas no pueden compensar la trama torpe y las motivaciones poco claras. A pesar de algunas secuencias emocionantes, como un enfrentamiento en helicóptero y una batalla en una granja de caimanes, la película se siente más larga de lo necesario.
“Bad Boys: Ride or Die” intenta replicar el éxito de “Bad Boys for Life” sin arriesgarse a innovar. La falta de originalidad y el miedo a explorar nuevos territorios dejan una secuela que, aunque visualmente atractiva, carece de la chispa y el encanto que hicieron memorable a su predecesora.
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