John Carney, el renombrado guionista y director es reconocido por su éxito con “Once”, que obtuvo un Oscar a la Mejor Canción Original y luego se transformó en un exitoso musical teatral. Posteriormente, continuó con producciones musicales similares con sus películas “Begin Again” y “Sing Street”.
En esta ocasión, Carney opta por no seleccionar a un músico ya consagrado, sino por elegir a la descendiente de uno: Eve Hewson, notable actriz reconocida por su participación en “The Knick” y “Bad Sisters”, quien desempeña un papel destacado en su más reciente película, “Flora And Son” para Apple TV+. Su interpretación muestra una significativa perspicacia actoral, no limitándose únicamente al canto ocasional, sino exhibiendo una química excepcional con su coprotagonista, Joseph Gordon-Levitt. Esta película invita a la reflexión sobre si podría representar un primer paso hacia la paz mundial, y aquí es donde reside su impacto.
Pocas cosas resultan más melancólicas que una guitarra abandonada. Probablemente, algún desafortunado individuo haya renunciado a uno de los medios de expresión artística más hermosos y conmovedores. Sin embargo, Flora (interpretada por Hewson) aún percibe esperanza en una guitarra que sobresale entre chatarra en la caja de un camión. Aunque presenta manchas desgastadas y le falta una clavija de afinación, Flora cree que, con un poco de cariño, resonará en un do menor antes de darse cuenta.
Considera que este instrumento podría proporcionar la concentración necesaria para alejar a su caprichoso hijo Max (Oren Kinlan) de los problemas que lo rodean. Su asistente social acaba de advertirle: otro incidente y Max podría ser enviado a un correccional, siendo el hurto menor su delito preferido. Esta situación contribuye a las frecuentes disputas entre Flora y Max, plagadas de maldiciones y palabras hirientes, una dinámica que puede atribuirse, en parte, a sus raíces irlandesas.
A pesar de las tensiones, el amor entre madre e hijo es palpable, siendo este el primero de varios aspectos que el espectador debe comprender acerca de Flora. La película la presenta inicialmente como una figura desgarrada en un club nocturno, en busca de una conexión fugaz. Sin embargo, su encuentro casual se desvanece cuando su acompañante huye al descubrir que ella tiene un hijo. Flora dio a luz a Max a los 17 años, abandonando sus estudios. Aunque sigue siendo joven, muestra inmadurez sin un propósito claro.
Sus desacuerdos con Ian (Jack Reynor), el padre de Max, no se limitan a cuestiones musicales; de hecho, Flora parece estar en desacuerdo con todos de manera constante, aunque lo hace de una manera divertida y entrañable. Trabaja como niñera y, al cambiar de empleo para una familia aparentemente acomodada, se ve tentada a tomar algunos billetes adicionales del bolso de la madre, acto que Max aprovecha. Su personalidad firme y su baja tolerancia ante ciertas actitudes, como el comportamiento de las jóvenes en las redes sociales, la caracterizan como alguien que, en caso necesario, no dudaría en tomar medidas drásticas. ¿Quizás nos hemos enamorado un poco de ella? Es una posibilidad.
En cuanto a la guitarra, Max muestra poco interés por ella, prefiriendo pasar su tiempo frente a una computadora portátil experimentando con loops y ritmos, e incluso rapeando algunas líneas. Es entonces cuando Flora decide intervenir. Toma la guitarra, investiga tutoriales en línea y descubre a un músico llamado Jeff (interpretado por Gordon-Levitt), quien ofrece lecciones por 20 dólares, habiendo abandonado sus aspiraciones musicales. La relación entre Flora e hijo da un giro significativo cuando inician las clases. Uno de los primeros momentos destaca cuando Jeff toca “I Hope That I Don’t Fall in Love with You” de Tom Waits, una elección audaz dada la eventual conexión que se forma entre ellos. A medida que Flora y Jeff colaboran, la distancia física entre ellos se desvanece, creando un ambiente íntimo que culmina en una declaración de Flora sobre la intensidad de la conexión, comparándola con la intimidad postcoital. ¿Deberíamos comenzar a imaginar una relación romántica entre ellos? La respuesta parece ser afirmativa.
Aunque este análisis omite otras obras de Carney (quizás es hora de volver a ver “Once” por octava o novena vez), “Flora And Son” evoca la necesidad de revisitar la actuación de Jessie Buckley en “Wild Rose”, una producción que, por alguna razón, permanece infravalorada.
Vale la pena señalar que, sin revelar demasiado, Flora y Jeff no son los únicos personajes que contribuyen con hermosa música a la película. La conexión entre madre e hijo a través de la transformación de los raps y ritmos de Max, mejorados con ganchos vocales y acordes de guitarra de Flora, constituye un momento conmovedor en la trama. Esta no es la única ocasión en la que la película logra que el corazón del espectador se llene de emoción. Durante una conversación sincera entre Flora y Jeff, la cámara de Carney se desplaza lentamente desde el rostro de ella hasta el lugar donde debería estar la computadora portátil, y de repente, Jeff parece estar presente en la habitación. Aunque esta conexión es virtual, el deseo de que estuviera allí físicamente es innegable, llevando al espectador a experimentar la magia del cine y a dejarse envolver por la emotividad de la situación. Este momento culmina con una sensación reconfortante, confirmando la capacidad del cine para crear conexiones genuinas y transmitir la idea de que la música tiene el poder de unir a las personas.
Es necesario mencionar que la película incorpora cierta cursilería calculada que podría resultar irritante para aquellos espectadores cínicos y obstinados. A pesar de la ocasional artificiosidad de la trama, mi percepción crítica no se vio comprometida. La escritura, dirección e interpretaciones mantienen un tono consistentemente encantador y divertido. Carney logra equilibrar hábilmente la ligereza con la melancolía, creando una narrativa que se despliega con autenticidad.
La película presenta personajes entrañables que enfrentan las complejidades de las relaciones humanas, sin recurrir a la construcción de villanos. En su lugar, nos presenta personas que navegan a través de la vida, utilizando la música como un medio para sanar sus almas. “Flora And Son” ofrece una narrativa honesta y aguda que penetra las barreras emocionales de sus personajes, generando una experiencia cinematográfica gratificante y conmovedora.
Carney demuestra su maestría una vez más con “Flora And Son“, donde emplea magistralmente el elemento musical para narrar una conmovedora historia que abarca la relación entre una madre y su hijo, así como su entorno más cercano. La utilización ingeniosa de las letras de las canciones eleva significativamente la trama. Sin duda, es una película que vale la pena ver, y si aún no has tenido la oportunidad de disfrutar de “Once” y “Sing Street”, te las recomiendo enfáticamente.